viernes, 23 de octubre de 2009

fin de invierno

FRÍO - LLUVIA
Voy hacia el Bajo por Marcelo T. Mi paraguas rojo va cortando el aire furioso que arrasa las calles blancas. Cruzo 9 de Julio con apuro, mirando con atención los lugares donde piso. Sobre el asfalto, hay una mariposa que tiene un ala encajada en la aleación de piedra. Un auto se la pisó y se la tiñó de gris. Su otra ala se mueve como titilando. Le paso por al lado, la miro. Tengo frío.

FRÍO – SOL
Me voy del Bajo por Marcelo T. El sol parece un cristal que me ilumina transparente. Los colores están más intensos. Estoy en el Largo da Florida, no hay un nombre para eso en castellano. El calçadão se transforma en Porto Alegre y yo lo atravieso, sendero blanco, mirando con atención los lugares donde piso. Tengo mucho frío.

martes, 20 de octubre de 2009

profesional

de Taxi Driver, Martin Scorsese.

What do you want to hack for, Bickle?
I can't sleep nights.
There's porno theaters for that.
I know. I tried that.
What do you do now?
Ride around nights mostly. Subways, busses. Figure if I'm gonna do that, I might as well get paid for it.
Wanna work uptown nights, South Bronx, Harlem?
I'll work anytime, anywhere.
Will you work Jewish holidays?
Anytime, anywhere.
Let me see your chauffeur's license. How's your drivin' record?
It's real clean, like my conscience.

sábado, 17 de octubre de 2009

borrador uno

Me despertó el frío de los azulejos en la espalda. Respiré hondo y erguí la cabeza, que estaba sostenida por los brazos colgando entre las rodillas, para enderezar el cuello y hacer que tomara contacto con el frescor de la pared.
Sentía el estómago lleno de líquido. Poco a poco fui volviendo en mí. Estaba en el baño. Había pasado parte de la mañana abrazado al inodoro. En él todavía flotaba la última vomitada. El olor a ácidos estomacales mezclado con la tortilla de papas que había cenado la noche anterior, cuyas sobras devoré apenas llegué, a las seis de la mañana, me tocó la boca del estómago. Como pude me levanté, estiré el brazo y apreté el botón. Con la mano, le dije adiós al revoltijo que se iba haciendo espirales. Bueno, todavía estaba un poco borracho.
Cerré los ojos y caminé hasta la cocina, siguiendo el camino de memoria. Tomé un vaso de agua. Volví a respirar hondo. Abrí los ojos. Me miré los pies, después las piernas, después la pija.
En el living estaba regada mi ropa: jean, una media y la otra, una zapatilla y la otra, la camisa estaba prolijamente acomodada en el respaldo de una silla. No dejo de ser yo en ninguna circunstancia.
No tardé en encontrar el bóxer, que estaba en el baño, atrás del bidet. Era mi bóxer preferido, rayado, lo olí para saber si podría ponérmelo de vuelta esa noche. Tenía mucho olor, pero no era mío. Tenía un olor raro. Me excité y tuve ganas de masturbarme, pero no lo hice porque supuse que me aumentaría el dolor que sentía en las cervicales.
Miré la hora en el celular. Había un mensaje de texto de un número no registrado en la agenda, enviado a las seis y media de la mañana. “Me encantó conocerte”, decía.

De la madrugada anterior, sólo me recordaba a mi mismo comiendo frenéticamente la tortilla que había sobrado.

Me fui a la cama, para continuar durmiendo, no sin antes contestar: “a mi también”.

jueves, 8 de octubre de 2009

enrúmbate y derrúmbate

de ¡Qué viva la música!, Andrés Caicedo.

Tú, no te detengas ante ningún reto. Y no pases a formar parte de ningún gremio. Que nunca te puedan definir ni encasillar.
Que nadie sepa tu nombre y que nadie amparo te dé.
Que no accedas a los tejemanejes de la celebridad. Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos. Nunca permitas que te vuelvan una persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes. Tus padres te tuvieron. Que tus padres te alimenten siempre, y págales con mala moneda. A mí qué. Jamás ahorres. Nunca te vuelvas una persona seria. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta. Elimina las treguas, recoge tu hogar en el daño, el exceso y la tembladera.
Todo es tuyo. A todo tienes derecho y cóbralo caro.
No te sientas llenecita nunca.
Aprende a no perder la vista, a no sucumbir ante la miopía del que vive en la ciudad. Ármate de los sueños para no perder la vista.
Olvídate de que podrás alcanzar alguna vez lo que llaman “normalidad sexual”, ni esperes que el amor te traiga paz. El sexo es el acto de las tinieblas y el enamoramiento la reunión de los tormentos. Nunca esperes que lograrás comprensión con el sexo opuesto. No hay nada más disímil ni menos dado a la reconciliación. Tú, practica el miedo, el rapto, la pugna, la violencia, la perversión y la vía anal, si crees que la satisfacción depende de la estrechez y de la posición predominante. Si deseas sustraerte a todo comercio sexual, aun mejor.
Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato.
Para la timidez, la autodestrucción.
Adónde mejor se practica el ritmo de la soledad es en los cines, aprende a sabotear los cines.
No accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar, al término de una carrera que no conoció el esplendor, la anónima decadencia.
Para endurecer la unidad sellada, ensaya dándote contra las tapias.
No hay momento más intenso ni angustioso que el despertar de un hombre que madruga. Complica y prolonga este momento, consúmete en él. Agonizarás lentamente y de berrido en berrido enfrentarás los nuevos días.
Es prudente oír música antes del desayuno.
Tú, disimula el olvido. Aprende a contemplar inconmovible toda génesis. Si te tienta la maldad, sucumbe: terminaréis por rodar juntas del mismo brazo.
Come todo lo que sea malo para el hígado: mango viche y hongos y pura sal, y acostúmbrate a amanecer con los gusanos. Créete ceiba, que también cría parásitos.
Tú, no te preocupes. Muérete antes que tus padres para librarlos de la espantosa visión de tu vejez. Y encuéntrate allí donde todo es gris y no se sufre. Somos muchas. Incomunica el dato.

jueves, 1 de octubre de 2009

no decir nada de uno

M dice:
martín, supérate a ti mismo
M dice:
mírame a mí
M dice:
en poco tiempo podré morirme que nada ocurrirá
M dice:
no hago mas que leer policiales y beber whisky
Martín dice:
oh dios mío