martes, 22 de septiembre de 2009

lucha

de El Cuaderno Dorado, Doris Lessing.

Anna subió a ver a Janet y se sentó, a oscuras, junto a la niña dormida. Sintió la usual oleada de amor protector hacia su hija, pero aquella noche examinó su emoción críticamente: «No conozco a nadie que no sea incompleto –pensó-. Todos estamos atormentados y luchamos… Lo mejor que puede decirse de cualquiera es que lucha. Pero, si toco a Janet, en seguida siento que para ella va a ser diferente. ¿Por qué razón? No lo será. La estoy empujando a esa batalla, pero no es eso lo que siento cuando la contemplo durmiendo».

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